Se puede parecer más a la ciencia ficción que a la ciencia, pero el contagio emocional es un fenómeno muy bien documentado.
"Compartimos y recibimos emociones todo el tiempo como parte de cada interacción que tenemos con otra persona", señala Daniel Goleman, autor de Leadership: The Power of Emotional Intelligence(Liderazgo: El poder de la inteligencia emocional). "Normalmente es algo sutil, pero algunas veces es demasiado obvio".
Como resultado, los humanos tenemos mucha empatía. Podemos “contagiarnos con la ansiedad de otra persona, la depresión o el estrés. Cualquier cosa que ellos sientan, nosotros la sentimos igual”, dice Elaine Hatfield, profesora de Psicología de la Universidad de Hawai y autora de Emotional Contagion (Contagio emocional).
En los estudios se muestra que incluso los recién nacidos son capaces de hacer imitaciones vocales y de movimiento. En un estudio clásico, bebés de entre dos y cuatro días de nacidos respondieron con angustia emocional a otros recién nacidos al llorar de la misma manera. Los mismos bebés no respondieron igual cuando escucharon un llanto artificial.
Y unos “absorben” más que otros, lo que quiere decir que tal vez sean más propensos a sumergirse en el estado de ánimo que impera en una habitación.
Entonces, ¿cómo funciona el contagio del estrés en una época que parece ser particularmente estresante? ¿Cuán tóxico y cuánto alcance tiene el contagio del estrés? ¿Puede infectar a ciudades enteras? ¿Países? ¿Todo nuestro planeta se puede estresar?
“Existen casos documentados de histeria colectiva”, dice Daniel Rempala, profesor de la Universidad de Hawai. “Por ejemplo, en una ciudad en donde la población cree que existe un brote y comienzan a reaccionar con síntomas similares, incluso si posteriormente se descubre que no había tal brote”.
Si puedes tener ese tipo de contagio dentro de una ciudad o pueblo, es concebible que pueda afectar a una población más grande.
“Podemos responder a los rostros de las personas más rápido de lo que podemos pensar. Eso sugiere que es muy primitivo; probablemente pasa a través del tronco del cerebro”, dice Hatfield.
Nos sentimos los más estresados de la historia
"Nos vemos a nosotros mismos viviendo en los tiempos más estresantes. Pero también es verdad que en muchos periodos históricos las personas pensaban que vivían en los tiempos más estresantes nunca antes vistos. En realidad es una experiencia muy común verte a ti mismo como que vives en un periodo particularmente estresante", dice James Gross, de Stanford, principal experto en modulación emocional.
"Cuestiono la premisa de que vivimos necesariamente en los tiempos más estresantes", afirma.
"Ciertamente estoy de acuerdo en que muchas personas están estresadas, y que existen muchas cosas polarizantes y terribles en el mundo. Ahora vivimos más al pendiente de los eventos mundiales diarios que antes. Tenemos acceso diario sin precedentes a través de una variedad de medios. Nuestros sistemas nerviosos se construyen para buscar la información que está en nuestro entorno de una forma adaptativa porque al saber sobre las cosas malas, intentamos prevenir que esas cosas nos pasen a nosotros".
Así que no solamente estamos bombardeados con información negativa, la cual solemos buscar, sino que también recibimos un golpe mucho más grande y en diferentes plataformas. ¿Cómo logramos regular nuestras emociones frente a lo que se puede sentir como un tsunami de estrés?
"Hay dos ideas claves aquí", dice Gross: "Una es que la fuente de la mayor parte de este estrés es que rara vez nos desconectamos. Anteriormente, la gente que se estresaba podía salir a caminar y alejarse. Ahora, con nuestros diversos dispositivos de comunicación, nunca estamos lejos de las fuentes de las malas noticias”.
La otra idea clave es que incluso si sentimos que las emociones negativas quizá están fuera de nuestro control, tenemos un control considerable sobre las emociones y el estrés que sentimos. De acuerdo con Gross, puedes ejercer un control emocional y regularlo en algunas formas extremadamente efectivas.
Lo primero es cambiar el mundo, o por lo menos partes del mundo al que te expones.
Puedes hacer esto, digamos, al apagar el televisor, no buscar las películas más sangrientas y alejarte de las fuerzas divisivas en tu vida.
Lo segundo es cambiar tu forma de pensar, esto es, cambiar tu actividad mental, ya sea a través de la atención o del pensamiento.
Puedes exponerte a varias cosas desagradables, pero también puedes cambiar tu atención de una forma muy rápida para pensar en otras cosas que son más positivas o neutrales. Digamos, si estás en una reunión con personas que son muy tóxicas, cambia o modifica tu enfoque emocional, como por ejemplo hacia el humor, y eso resultará inmensamente poderoso.
Lo tercero es cambiar tu cuerpo y la forma como responde. Gross sugiere intentar respirar profundamente o las técnicas de relajación para mantener tranquilo a tu cuerpo.
“Las personas pueden usar cada una de estas estrategias y realmente cambia la respuesta a las emociones y al estrés, tanto la respuesta física como la cerebral y las zonas del cerebro asociadas con la generación de emociones”, asegura Gross.
Goleman hace eco de esta recomendación: “Somos amos de nuestro mundo interior. Podemos practicar intencionalmente los métodos de relajación que contrarrestarán al estrés y a la negatividad. Con más práctica, funciona mejor como vacuna en contra de los ambientes tóxicos. Encuentra un método de relajación que te funcione y practícalo diariamente, de la misma forma como lo harías con una rutina de ejercicios”.
Ahí está el lado contrario al contagio de estrés: el contagio de la dicha, de la felicidad. El contagio emocional aplica también para las emociones positivas. “Por suerte es así (...) Cuando estamos con una persona optimista, estamos propensos a contagiarnos de su estado de animo”, observa Goleman.
Jill Bolte Taylor, científica cerebral que escribió My Stroke of Insight (Mi golpe de lucidez), escribió: “Eres responsable de la energía que creas para ti, y eres responsable de la energía que compartes con los demás”.
Fuente: Amanda Enayati
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